jueves, 15 de marzo de 2012

Cuento de Soledad


LA FAMILIA CONEJIL

Voy a contaros un cuento que la abuela nos narró. Yo no sé si fue fantasía o si ella lo vivió.


En el prado, lindando a su casa, bajo las encinas gemelas, en sus frondosas raíces tenían su madriguera Rufo y Lina, una pareja de conejos. Eran muy enamoradizos y juguetones.


La primavera en que mi abuela cumplió 8 años, la coneja tuvo una camada de 7 gazapos. Todos pardos menos uno, que era blanco como la nieve.


El hecho que el conejito fuese blanco, no le gustó nada a Rufo y creó un rechazo hacia él. Sus hermanos imitaron al padre y no quisieron jugar nunca con el pequeño conejito blanco. Solamente se sintió querido por su madre, que incluso le llevaba la comida a la madriguera para que no tuviese que salir fuera, pues le daba miedo que los cazadores le pudieran ver y matarlo.


Pasaron los días, y llegó el invierno. Fue muy largo y crudo, y por ese motivo, la despensa de comida se agotó. Ya casi no quedaba comida ni para los más pequeñitos.


Blanquito,  pensó, y pensó, que si el era blanco como la nieve, le sería mucho más fácil que a sus hermanos pardos, salir a por comida, y camuflarse.


Se levantó muy temprano, antes que sus padres se diesen cuenta, se dirigió al huerto de mi abuela, e hizo copio de las zanahorias que allí había. Tuvo que hacer varios viajes, hasta llenar la despensa de su familia.


Cuando sus padres y hermanos despertaron, vieron la hazaña que había llevado a cabo y se sintieron muy orgullosos  y avergonzados por no haber tratado bien a Blanquito.


Desde entonces, ni su padre, ni sus hermanos volvieron a reírse de él y compartieron juegos todos unidos. Reinó la felicidad y comieron montones de zanahorias hasta hartarse.
Mi abuela, si que notó la falta de dichas zanahorias en el huerto, ya que no recolectó ninguna esa temporada.

Autora: Soledad

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